Cómo minimizar los incendios en viviendas
Materiales de construcción como ladrillo, hormigón, cemento, yeso y acero son seguros porque no entran en combustión y, por lo tanto, no producen llama ni humos. Pero los materiales de los muebles sí que pueden jugar un papel decisivo en la mayor o menor propagación de un incendio porque no están sujetos a restricciones. Sectores como el naval o el ferroviario ya han desarrollado protocolos de ensayo y validación para evitar en lo posible propagaciones rápidas y emisión de humos tóxicos. Ahora le toca el turno a la vivienda.
Los materiales tradicionales de construcción como ladrillos, cemento y yesos son seguros en caso de incendio porque no aportan carga de fuego, entendiendo como tal la capacidad de entrar en combustión produciendo llama y humos, “que son siempre tóxicos y la principal causa de muertes en una vivienda”, según Carlos Rodero, del Comité de Fabricantes de Protección Pasiva de Tecnifuego (Asociación Española de Sociedades de Protección contra Incendios).
La capacidad de entrar en combustión y producir humos por parte de los materiales de construcción se mide y, por lo tanto, éstos pueden clasificarse según unas Euroclases aceptadas en toda la Unión Europea. “El mejor material, que ni arde ni produce humos, se clasifica como A1 y, a continuación, le siguen (de mejor a peor) A2, B, C, D y F. Otra de las variables que se mide en estos materiales es la opacidad de los humos (s1, s2, s3) y la producción de goteo “ardiente” (d0, d1, d2).
Reacción y resistencia
Para minimizar las consecuencias de un posible incendio, los materiales utilizados en la construcción de una vivienda deberían contar con “el mayor índice posible de reacción y resistencia al fuego”, apunta Esmeralda Gutiérrez, Directora Técnica de Previnsa (Prevención de Incendios Seguridad Aplicada). En cuanto a la reacción, habrían de ser “A1 (no combustible, sin contribuir al fuego), S1 (baja opacidad de los humos producidos) y d0 (sin caída de gotas o partículas inflamables)”. Y en cuanto a la resistencia al fuego, deberían “mantenerla durante el mayor tiempo posible (360 min.) y, a poder ser, cumplir todos los parámetros: R (capacidad portante), E (integridad) y I (aislamiento térmico). Todo ello en base a la UNE EN 13501-1”.
Como ejemplos de este tipo de materiales, Gutiérrez señala el hormigón, el hormigón pretensado y el acero, así como el empleo de morteros especiales (como yeso + perlita o vermiculita, por ejemplo), placas ignífugas (por ejemplo, de yeso o cemento) y pinturas anti-fuego (intumescentes e ignífugas), que “van a ayudar a aumentar la resistencia y reacción al fuego”.
Muebles sin restricciones
Carlos Rodero explica que los materiales de construcción, por ejemplo, de una fachada “deben contar obligatoriamente con la clasificación correspondiente en su etiquetado, por lo que el usuario puede comprobar fácilmente si algún elemento aporta o no carga de fuego, emisión de humos y generación de goteo”. Sin embargo, el mobiliario de la vivienda “no está sujeto a restricciones o clasificaciones, lo que favorece el riesgo de generación y propagación de un incendio”.
Otros sectores como el naval o el ferroviario han desarrollado protocolos de ensayo y validación para evitar en lo posible propagaciones rápidas y emisión de humos tóxicos. Pero ahora le toca a la vivienda. “La Unión Europea ya está trabajando sobre el asunto y, tarde o temprano, habrá también ensayos y clasificación de estas emisiones”, avanza Rodero.