Manuel Castellano y la pintura decimonónica histórica
El interés por la recuperación de antiguas leyendas y episodios del pasado permitió el desarrollo de la pintura de historia como uno de los grandes géneros del siglo XIX. Entre sus pintores, Manuel Castellano, artista de categoría, legó una obra con una amplia analogía entre pintura, dibujo y poesía.
La pintura decimonónica española
Es bien sabido que la pintura de la centuria decimonónica necesita de una revisión debido a lo olvidado que está el profuso patrimonio que nos legaron los artistas de aquel entonces. Uno de los géneros más cuantiosos fue, sin lugar a duda, la pintura de historia, donde una gran parte de las obras en cuestión se encuentran actualmente en instituciones públicas como el Senado, el Congreso de los Diputados, Diputaciones Provinciales e incluso depósitos y almacenes, imposibilitando en ocasiones un pleno disfrute a la población.
Con motivo de esta problemática, que no es algo actual, se celebró en 1992 en el Museo del Prado la exposición “La Pintura de Historia del siglo XIX en España”, y como consecuencia de ella, se realizó una amplia restauración de las piezas debido a su deteriorado estado de conservación. Este arduo interés de la Pinacoteca Nacional por impulsar la visualización de este ambicioso género es algo que ha perdurado en el tiempo, como podemos apreciar actualmente tras la reorganización de salas en el museo, donde las pinturas del siglo XIX conviven expuestas en más de diez salas, siendo una de las galerías más importantes del museo la dedicada a la Pintura de Historia de gran formato. Estos grandes lienzos fueron concebidos como ilustraciones de ciertos episodios de nuestro pasado más remoto, y su significado permitía enfatizar ciertas lecciones morales y políticas para los públicos ilustrados de la época.
Entre otros tantos factores, esta invisibilidad del género es un lastre que se arrastra hasta día de hoy, que hace que, desafortunadamente, nos perdamos una inmensa cantidad de interesantes personalidades de esta centuria y que, sin duda, completarían las lagunas que existen, ayudándonos a conformar una idea esclarecedora del espíritu de este siglo.
La obra de Manuel Castellano
Uno de los tantos artistas olvidados de la historia es Manuel Blas Rodríguez Castellano de la Parra (1828-1880), más conocido como Manuel Castellano, artista de categoría que nos legó una obra con una amplia analogía entre pintura, dibujo y poesía, entre otras artes. Este artista madrileño, coetáneo a nombres como el de Carlos de Haes o los Hermanos Madrazo, fue una de las figuras clave para entender la cultura capital española del momento. Un pintor de historia y costumbrismo que, interesado en el teatro y la fotografía vivió toda su vida en Madrid hasta sus últimos años, los cuales pasó becado por la Real Academia de Bellas Artes en Roma.
Como pequeña muestra de lo relevante de su obra, tras analizarla se percibe cómo de unidas se encontraban las diferentes artes, en este caso el dibujo y la pintura con la música y el teatro. Éste último íntimamente ligado a la fotografía, lo que denota que, en innumerables ocasiones, resultaba inherente la evolución de un solo arte, algo que cometió progresivamente y de forma común.
En particular, me gustaría hacer mención a una de sus obras más espectaculares: “Muerte del Conde de Villamediana” (1868), perteneciente al Museo del Prado, que representa uno de los temas recurrentes en este siglo XIX español. La pintura en cuestión, inspirada en un episodio del reinado de Felipe IV y premiada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1871 con segunda medalla fuera de reglamento, esconde un extenso estudio por parte del artista que, afortunadamente, quedó registrado en los bocetos preparatorios que podemos encontrar en la colección que lleva su nombre en la Biblioteca Nacional, desvelándonos cómo de cuidado estaba cada mínimo detalle.
La concepción de la escena, a escala real, presenta unas magníficas proporciones y un juego de luces que conforma un idóneo tratamiento del espacio, el cual a través de la mencionada colección pública podemos averiguar que está inspirado en el Convento de las Descalzas Reales de Madrid. Pero no solo en eso reside la excepcionalidad de esta pieza, sino en detalles como el farol, que nos recuerdan a artistas como Goya, buscando con él la profundidad, una invitación a acercarnos y adentrarnos en la escena, con una gama cromática un tanto velazqueña. Concluyendo, hablamos de uno de los mejores lienzos del artista y, sin duda, merecedor del premio otorgado.
Así pues, con la argumentación presentada, personalmente suficiente para crear interés en la obra de esta personalidad, pasará desapercibida no solo en la bibliografía, sino de la misma forma el género perteneciente a este artista en el mercado nacional.
Blanca Navarro Polvorosa