Galerismo Histórico Conceptual en el mercado español
Evolución del arte conceptual en España
Si por algo se caracterizaron los artistas conceptuales españoles fue por encarnar un posicionamiento beligerante con el mercado del arte. Un posicionamiento que, en sus albores entre los años 1971 y 1975, pretendió acabar con un sistema galerístico sin el cual las propuestas conceptuales que hoy nos llegan no habrían superado el umbral del reconocimiento social y profesional.
Partiendo de esta premisa, muchos de estos autores no pudieron escapar ni del mercado, ni del coleccionismo ni, consiguientemente, del galerismo que aquí nos ocupa. Nos situamos ante un escenario ciertamente convulso para España, en una década de los setenta sin apenas espacio para equipamientos culturales gestionados por organismos públicos. (A modo de apunte, la década de 1980 fue un período de proliferación para el arte contemporáneo español ya que, de 1983 a 1986, los presupuestos para la adquisición de una obra aumentaron un 78%; en comparación, anterior a los ochenta apenas había un apoyo institucional a la praxis artística contemporánea).
Por lo tanto, la red de galerías nacional empezó a cobrar protagonismo a partir del año 1972, consolidando entramados de distribución que apaliaron las necesidades culturales reclamadas por una España ahora abierta al mundo que buscaba formar parte del mercado internacional.
Las galerías que operaron durante los años setenta estaban poco relacionadas con la tipología de galería que prepondera hoy día. La falta de tejido cultural asentado hizo de los espacios expositivos, fuesen comerciales o no, los más propensos para que artistas conceptuales mostrasen sus propuestas. La actividad expositiva era, y es, un pilar fundamental para cualquier creativo, y en el quehacer de muchos galeristas estaba el difundir la obra de quienes representaban (además de conseguir un beneficio económico, claro está). La cuestión se torna distinta hoy día ante un escenario expositivo y mercantil más profesional, al que cabe sumar un avance descontrolado del mercado consolidador. Este último ha reforzado las carreras artísticas de aquellos conceptuales más prolíficos, dejando atrás a quienes no lo fueron tanto.
El galerismo histórico de conceptualismo español
En este panorama, si bien ubicamos establecimientos con intencionalidad puramente comercial, hubo otros a los cuales debemos gran parte del movimiento conceptual. Nos referimos a aquellas galerías que tenían un posicionamiento más afín al desarrollo profesional de los artistas, convirtiéndose así en apoyos capitales para muchos de ellos: la Galería Buades, la Galería Vandrés y la Galería Redor ubicadas en la ciudad de Madrid y la Galería G en Barcelona fueron escenarios principales, no tan solo de la exposición y compraventa de arte conceptual, sino para el progreso de este tipo de propuesta ubicada en un momento de inestabilidad social y política.
Aunque muchas galerías de los setenta no pudieron subsistir debido a la dificultad de regentar estos negocios, estas fueron completadas por otros lugares de especial relevancia para el tejido cultural: hablamos de los espacios alternativos. Las salas de exposición no comerciales tuvieron gran importancia para el mercado, pues estuvieron directamente asociadas al coleccionismo. Rafael Tous, el más importante coleccionista de arte conceptual español de la historia, empleaba dichos espacios como recurso principal de adquisición, escapando así del mercado secundario y adentrándose en un mercado primario donde adquiría directamente del artista.
Es evidente que, en la historia del arte, poco interés han ocasionado los diferentes agentes del mercado del arte. En este sentido, en España ubicamos este galerismo marginal para la historiografía que, además de protagonizar un papel primordial para el impulso de nuestro arte contemporáneo, ayudó a reafirmar su interés frente a los discursos hegemónicos de París o Nueva York.
Y, aunque muchos artistas se adscribieron al término desmaterialización, a partir del cual intentaron desarrollar una obra de arte sin ningún tipo de sustento material, no pudieron escapar ni de la convencionalidad de la obra ni de su mercado.
Esta utopía tuvo como resultado obras conceptuales dependientes de lo tangible, cuestión que permitió su adscripción al circuito comercial y galerístico mediante la fotografía, la documentación gráfica o el vídeo arte. No es ningún secreto que, gracias al mercado del arte, muchos artistas conceptuales pudieron exponer en galerías, mostrando así su obra en uno de los momentos más difíciles para España y su producción artística.
Sergio Rodríguez